Tropical York sin spoilers

Leer y escuchar Tropical York es un paseo por el parque, si ese parque tiene un pie en el Cibao y el otro en el Alto -por ahí arribita como a 90 cuadras del Central Park- y su gente saborea el mundo con la misma curiosidad que las niñas y los niños que se comen lo que recogen del piso.

Lo de Francis, con su universo que ahora es triología (Ubre Urbe-El Alto-Tropical York) es caminar y hablar, lo mismo de Shakespeare o Robespiere que del Terror (no el de Robespiere sino) Dias, el nuestro, o de la inmortalidad del cangrejo o de cómo es que hay cervezas que no sirven cuando se calientan, o de cuando nos saquemos la lotto.

El Caribe simbólico de Francis no es nostálgico, aunque hay nostalgia; no es romántico, aunque hay tanto amor en su palabras. Francis puede volver al origen sin quedarse atrapado en él. No ve su mediaisla con los ojos del rencor, pero tampoco con el velo de la añoranza. Quizás por qué él mismo puede ser aquí y always allá, donde quiera que esté, su obra ve de frente a los prejucios contra “lo Dominican(DominicanYork) tan caricaturizado de un lado como el tíguere bulloso con pistola y cadenú que vuelve parao del país donde uno se tropieza con el dinero; o del otro como isleño tercermundista embullao que nunca será capaz de integrarse y lo único que piensa es en volver aunque no lo va a hacer nunca. Con su obra, Francis Mateo recoge sueños sin esconder dolores. Horrores, sin ahorrar belleza.

TropicalYork es un libro sobre gallos y la cuitura; de aspiraciones, de idas y vueltas, de autoreconocimiento, de sueños truncos; de gente que tiene hambre y come, zoológicos reales e imaginados, de gente procupada por la higiene y que sabe lo que vale; lleno canciones y gente que canta, y gente que silba o tararea, y se sienta en las ventanas con miedo. Aquí hay trenes que van y vienen, y trenes que no llegan, donde todo se compra y se vende, y hay ganas, deseo y apocalipsis, musas preñadas bebiendo tragos prestados... en Dyckman, en el Cibao, o en Nagle, es un libro sobre café, gente que gime islas que duermen, sobre nidos en estantes, donde no sé cuántas veces la Tierra nunca es nuestra, pero un elefante se ofrece a un corazón y sus tres mil pedazos.

No es tan fácil como él lo hace parecer, hablar de lo propio con sencillez, humor, empatía y dignidad, pero Francis se la sigue jugando y la mayor parte del tiempo, lo logra.

H.
Santo Domingo, Abril 2022.

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