Sobre el ruido y las palabras

¿Qué hace que alguien necesite escribir un poema; o peor aún, insista en publicarlo? ¿Por qué apoyar a lxs poetas en esta anti-ecológica y tantas veces necia disposición del espíritu, cuando la inmediatez y la prisa, el social media y el click2print hacen que la edición literaria parezca un oficio sin más lugar en el mundo? ¿Por qué dedicar tiempo a leer, escuchar, sentir, pensar, evaluar, conversar, sugerir, reflexionar, vérselas de frente con el ego de cada autor, ceder, insistir, defender la honra de algunas parientes, consensuar, persuadir, decidir imprimir, vérselas con los diseñadores y las imprentas y publicar... ¿No sería mejor si, ahora que la tecnología lo permite, se publicase todo y que, como en un bazar, cada quien que se emburuje y sumerja hasta que encuentre algo que le guste? 

La primera pregunta pertenece al reino del impulso vital, de lo lúdico, del placer y la supervivencia; de lo irracional, de la necesidad de nombrar(¿se?), de decir(¿se?), de apostar a que la fragilidad y lo frágil pueden ser comunicadas, es decir, el reino de la posibilidad y de las causas perdidas. Las demás (preguntas) se originan en el reino de lo pragmático, de lo dado, de la economía de la eficiencia, del utilitarismo y el mercado. Del riesgo calculado. 

Para Harry Troncoso Parady, quien escribe poemas sabe que fracasa, y así, la poesía, es un oficio de fracasados, pero lo más terrible es que cada palabra es un límite, y no hay edición que resuelva eso. 

Les cuento esto para ilustrar como la edición literaria es un oficio siempre ingrato y obstinado. Mientras lxs poetas saben que no somos sus amigxs, y que si nos interesa la obra no debemos serlo demasiado, lxs editores sabemos que aun cuando podemos resultarles útiles, siendo la poesía una de las formas de la libertad, al final del día, les somos esencialmente innecesarixs. 

Sin embargo lxs poetas siguen tratando de dar nombre a lo que no sabe o no quiere ser dicho. Sin embargo lxs editores seguimos apostando navegar en sus intentos de comunicar lo imposible. Y así paradójicamente, son lxs poetas, quienes más nos resienten y resisten, y quienes mejor nos comprenden y quizás por eso jugamos al espejo. Cada autor tiene su búsqueda, cada editor también. Lo mismo ocurre con cada lector. Cada cual libra su propia batalla por descubrir y forjar sus ojos, sus oídos, sus sentidos y sentido. Mucho se ha dicho sobre la necesidad de lxs autores de descubrir su voz. Cuando hay suerte, cuando esas búsquedas coinciden lo suficiente como para lanzar botellas al mar, un editor puede convertirse en el puente sobre el cual quienes no saben que se buscan, se encuentran. 

Para Harry Troncoso Parady hay no hay misticismo en torno a los materiales de estos textos. Si no te gusta una palabra, la tachas, o la rayas y la cambias, siempre es posible que tu cambio lo transforme y hasta lo haga mejor, que a fin de cuentas, eres tú quien tiene que escucharlo cuando te habla, y si crees que tu versión es mejor (esta es la trampa) recae sobre ti el peso de asumir escribirlo, de darle voz.

Según el autor, RUIDO quiere que sus lectores tomen un lápiz (un lapicero rojo) y lo rayen, que escarben de él las palabras y los poemas que necesitan, se ofrece a sí mismo como inacabado y por eso es un libro incómodo, como su título, y raro. Por supuesto que puedes leerlo aceptando esta versión que autor y editores te presentamos, pero si en algo estamos de acuerdo, es que los poemas serán siempre de quien los lea (y que la guardia lee como le da la gana). 

Al final, RUIDO habla de lo que hablan todos los poemas: la vida, la muerte, el cuerpo y la palabra; y lo hace a través de gente, islas, mares, aves y lagartos. Con él, Harry pareciera buscar consuelo frente a un miedo terrible: la imposibilidad de (verdaderamente) comunicarnos.

Iniciar los Cuadernos con RUIDO y su búsqueda, ha sido también un salto de fe. Con RUIDO, Harry asume la relación y contradicciones entre el poeta y el editor (sea interior o externo), muestra nuestras limitaciones y vergüenzas, los bordes ásperos como el reconocimiento del no saber decir mejor (no es que sea nuevo tampoco); junto con una apuesta absoluta por el lector (al mismo tiempo una agresión y una súplica), que por momentos logra colores y sutilezas insospechadas. 

Desde LADIABLA ediciones, cumplimos con lanzar esta botella y hacerla llegar a ti, si es la historia de un fracaso o se acerca al milagro, el veredicto está en tus manos. 

S.L.
Rosario, Diciembre 2014

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