La malamadre literaria

Hay una planta que arroja sus hijos al mundo… Si toda la literatura está hecha de fantasmas, los fantasmas que atraviesan la obra de Argénida Romero (Mudanzas 2009, Arraiga 2014 y ahora Jamás Perder 2024) son también de carne y hueso, de calles y casas, de viento, de líquido amniótico, de gente que canta, y sangre deshecha(da). 

La materia de su poesía son las familias que se van, el abandono, la aceptación rabiosa de una madre que es y otra(s) que ha(n) sido negada(s); las raíces y el movimiento; la pérdida, infranqueable para sus alas; la búsqueda del mar que la poeta quisiera fuera sólo hermoso pero es también presagio del mal. (El mar como límite absoluto.)

“Jamás Perder” mira desde adentro, habla desde el cuerpo, y como en esa planta que arroja sus hijos al mundo, hay algo incisivamente vegetal en este libro: una declaración de amor en rebeldía, (porque se ama como mejor se puede), aunque signifique sacrificar los ojos y empujar el hijo al mundo, condenarlo a escapar, y a destruir los puentes.  

Y es que en “Jamás perder” se manifiesta un anhelo de protección, un amuleto contra la soledad en el que “soltar” se lee como un regalo; que muchas veces lastima, porque si le creemos a Argénida, la herida es siempre presente y es necesario habitarla, incluso desde el mar. 

H. 
Santo Domingo 2024


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Nota de prensa: Argénida Romero presenta poemario Jamás Perder

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